La garrapata es un ectoparásito hematófago. Esto significa que se alimenta de la sangre que chupa de otro ser vivo o huésped a través de su piel a la que se adhiere fuertemente. Cuando la garrapata está satisfecha se suelta de la piel hasta que encuentra un nuevo huésped del que alimentarse.
De esta manera es lógico comprender que las garrapatas son vectores transmisores de infecciones, que en un mínimo porcentaje de casos pueden llegar a producir enfermedades graves para el ser humano, como la enfermedad de Lyme o la fiebre hemorrágica.
Aunque la mayoría de picaduras por garrapata son inofensivas para la salud, el riesgo de transmisión de enfermedades aumenta con el tiempo que la garrapata está en contacto con la piel. Por este motivo, una vez se detecta la garrapata en la piel, ésta debe ser extraida lo antes posible.
Según un estudio publicado el pasado mes de agosto de este año en la revista americana de dermatología (Revisiting detachment techniques in human-biting ticks, Journal of the American Academy of Dermatology Volume 75(2), August 2016, p 393–397) el mejor método para la extracción de una garrapata es el uso de pinzas.
En este estudio se recogieron casos de 160 pacientes que fueron divididos en cuatro grupos para comparar diferentes técnicas de extracción: pinzas clásicas y otros tres dispositivos comerciales específicos para la extracción de garrapatas.
El resultado fue bastante claro: la técnica más efectiva, con gran ventaja, para la extracción de las garrapatas es el uso de pinzas. La mejor forma de extraerla es agarrarla con las pinzas en la parte de la boca y tirar de la garrapata sin rotarla para evitar que se rompa.