Blog

Mi bebé nació con un angioma, ¿debo preocuparme?

Angioma infantil

Hoy dedicaremos este blog a un problema muy común en el grueso mundo de la dermatología pediátrica: las manchas vasculares. Esas manchas que muchos niños presentan en su nacimiento y que algunos conservan en su vida adulta, y que coloquialmente se conocen con el nombre de “antojos”.

En relación a esos “antojos” que según cuentan muchos pacientes tuvieron sus madres durante el embarazo, hemos de decir en primer lugar que son verdaderas lesiones derivadas de los vasos sanguíneos y que pueden ser de dos tipos diferentes. Las más comunes sin dudas, son los denominados hemangiomas o angiomas, no obstante existe otro grupo no tan infrecuente, que constituyen las denominadas malformaciones vasculares. Hablemos  un poco de cada una de ellas y de sus diferencias y características.

Los hemangiomas infantiles, también conocidos como angiomas “en fresa” o hemangiomas capilares, son lesiones vasculares de carácter absolutamente benigno de aparición en los primeros meses de vida y que afectan más frecuentemente a niñas y a recién nacidos de bajo peso. En el 80% de los niños son lesiones únicas pero hasta en el 20% de los casos pueden ser múltiples y afectan a cualquier área corporal, siendo más frecuentes en cabeza y cuello (60%) seguido del tronco y la región perineal. Son lesiones muy vistosas, de coloración rojo intenso “rojo vinoso” muy bien delimitadas de morfología ovalada, a veces pueden simular una fresa, de ahí su nombre.

A pesar de la diversidad de tamaño y localización son lesiones que siguen un patrón común de evolución de tal forma que presentan una fase inicial de crecimiento rápido entre los 3 y los 9 meses, que es seguida de una fase de estabilización de duración variable y una fase de involución que durará varios años (hasta los 4-5 años aproximadamente). La regresión de los hemangiomas es completa o casi completa en el 95% de los casos, sin prácticamente lesión residual, por tanto no se requiere tratamiento en la mayoría de los casos y sólo serán necesarias visitas semestrales a la consulta para seguir la evolución. En casos de hemangiomas de gran tamaño o en ciertas localizaciones como la nariz, el labio o el ojo serán necesarios estudios de imagen y tratamiento médico.

Por tanto ante un angioma, lo primero es no alarmarse y tener paciencia, porque en el paso de bebé a niño, en menos que os deis cuenta, la lesión prácticamente habrá desaparecido. En el caso de manchas rojizas residuales podremos realizar tratamiento láser de las mismas si las implicaciones estéticas pesarán demasiado.

Y el otro grupo de lesiones vasculares no tan conocidas quizás como las anteriores, son las malformaciones vasculares que se corresponden con alteraciones en la formación de los vasos sanguíneos durante el desarrollo embrionario, y por tanto son lesiones que aparecen en el momento del nacimiento y serán persistentes a lo largo de toda la vida, sufriendo un crecimiento proporcional al desarrollo del niño. Las más frecuentes de este grupo son las malformaciones capilares y de éstas las más frecuentes son las denominadas “mancha salmón”  que aparece en la región occipital (“picotazo de la cigüeña”) o en párpados y cejas (“beso del ángel”).

Suelen presentarse clínicamente como manchas rojizas más o menos tenues mal delimitadas, pueden afectar a cualquier zona del tegumento y se hacen más evidentes con el llanto, la fiebre o cuando el niño está irritado. A veces adoptan una disposición lineal o segmentaria y pueden afectar toda una extremidad, en estos casos se deben realizar estudios ecográficos para descartar otras malformaciones asociadas, y en cuanto al tratamiento se obtienen muy buenos resultados estéticos con el láser.

Ante todo calma y tranquilidad, ambos tipos de manchas vasculares no implican ningún riesgo para el pleno desarrollo de vuestros hijos. Siendo lógica la consulta con un dermatólogo que os oriente hacia uno u otro diagnóstico dado la divergente evolución de ambas lesiones vasculares.