Psoriasis

La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que afecta a millones de personas en todo el mundo. Se caracteriza por la aceleración del ciclo de renovación celular, lo que provoca la acumulación de células muertas en la superficie de la piel, formando placas escamosas, enrojecidas y con diferentes niveles de inflamación. Aunque no es contagiosa, sí puede afectar significativamente la calidad de vida de quienes la padecen, tanto por sus síntomas físicos como por el impacto emocional y psicológico que conlleva.

Esta afección puede aparecer a cualquier edad, aunque suele manifestarse con mayor frecuencia entre los 15 y 35 años. Es una patología de evolución crónica con brotes y períodos de remisión, lo que significa que puede mejorar en determinados momentos y empeorar en otros debido a factores desencadenantes.

La psoriasis puede presentarse de diferentes formas y en distintos grados de severidad. Los síntomas más característicos incluyen la aparición de placas engrosadas, rojizas y con escamas plateadas, que suelen localizarse en codos, rodillas, cuero cabelludo, espalda baja y otras áreas del cuerpo. En algunos casos, las lesiones pueden causar picor, dolor y fisuras que resultan incómodas para el paciente.

Existen diferentes tipos de psoriasis, cada una con manifestaciones específicas:

  • Psoriasis en placas (psoriasis vulgaris). Es la forma más común y se presenta con placas enrojecidas y escamosas bien delimitadas.
  • Psoriasis guttata. Se caracteriza por la aparición de pequeñas manchas en forma de gotas en el tronco y extremidades, generalmente tras una infección.
  • Psoriasis pustulosa. Forma menos frecuente que genera pústulas estériles en diferentes áreas del cuerpo.
  • Psoriasis eritrodérmica. Es una variante grave que afecta grandes áreas de la piel, provocando enrojecimiento intenso y descamación severa.
  • Psoriasis inversa. Aparece en pliegues como axilas, ingles y debajo de los senos, con placas lisas e inflamadas sin escamas evidentes.

En algunos pacientes, la psoriasis puede afectar las uñas (psoriasis ungueal), causando engrosamiento, cambios en la coloración y fragilidad. También existe la posibilidad de desarrollar artritis psoriásica, una condición que provoca inflamación en las articulaciones y que puede derivar en dolor y rigidez.

Causas y factores desencadenantes

La psoriasis es una enfermedad de origen autoinmune en la que el sistema inmunológico reacciona de manera anormal, acelerando la producción de células cutáneas. Aunque la causa exacta no se conoce por completo, se ha identificado que factores genéticos, inmunológicos y ambientales juegan un papel clave en su desarrollo.

Entre los principales factores desencadenantes se encuentran:

  • Estrés. Es uno de los principales agravantes de la psoriasis, ya que puede inducir brotes o empeorar los síntomas.
  • Clima y cambios estacionales. El frío y la baja humedad pueden resecar la piel y agravar las lesiones.
  • Infecciones. Enfermedades como la faringitis estreptocócica pueden desencadenar ciertos tipos de psoriasis, como la guttata.
  • Lesiones en la piel. El fenómeno de Köebner indica que heridas, quemaduras o rascado pueden inducir la aparición de lesiones en personas con predisposición.
  • Algunos medicamentos. Tratamientos con betabloqueantes, antipalúdicos o corticoides sistémicos pueden agravar la enfermedad.
  • Factores hormonales. Cambios hormonales durante la pubertad, el embarazo o la menopausia pueden influir en la aparición o evolución de la psoriasis.

El diagnóstico de la psoriasis es clínico, basado en la observación de las lesiones cutáneas por parte de un dermatólogo. En algunos casos, puede ser necesario realizar una biopsia de piel para confirmar el diagnóstico y descartar otras afecciones.

El tratamiento dependerá del tipo de psoriasis, la extensión de las lesiones y la respuesta del paciente. Algunas opciones incluyen:

  • Tratamientos Tópicos – Son la primera línea de tratamiento en casos leves o moderados e incluyen:
    • Corticoides tópicos. Reducen la inflamación y el enrojecimiento de las lesiones.
    • Análogos de la vitamina D. Como el calcipotriol, que regula el crecimiento de las células de la piel.
    • Retinoides tópicos. Ayudan a controlar la proliferación celular y la inflamación.
    • Emolientes e hidratantes. Mantienen la piel hidratada y reducen la descamación y el picor.
  • Fototerapia – La exposición controlada a luz ultravioleta B (UVB) o UVA puede ayudar a mejorar la psoriasis en casos moderados. Es un tratamiento efectivo, aunque requiere supervisión médica para evitar daños cutáneos.
  • Tratamientos sistémicos – En casos más graves, pueden utilizarse medicamentos por vía oral o inyectable, como:
    • Inmunosupresores que reducen la inflamación.
    • Retinoides orales utilizados en formas graves de psoriasis.
    • Terapias biológicas que bloquean ciertas proteínas del sistema inmunológico para frenar la inflamación.

Dado que la psoriasis es una enfermedad crónica, un seguimiento dermatológico adecuado es clave para adaptar el tratamiento según la evolución del paciente y mejorar su calidad de vida. El objetivo es reducir la inflamación, controlar los brotes y minimizar los síntomas a largo plazo. Además, se recomienda un enfoque integral que incluya hábitos de vida saludables, control del estrés y una alimentación equilibrada para favorecer el bienestar general del paciente.

Tratamientos Tuderma:

Aunque la psoriasis no se puede prevenir, existen diversas medidas que pueden ayudar a controlar los síntomas y reducir la frecuencia de los brotes. Mantener la piel bien hidratada es fundamental, por lo que se recomienda el uso diario de cremas emolientes para minimizar la sequedad y la descamación. También es importante evitar las duchas con agua muy caliente, ya que pueden resecar la piel y agravar la inflamación. Se aconseja, en su lugar, utilizar agua templada y productos de higiene suaves, sin fragancias ni componentes irritantes.

El estrés es uno de los principales desencadenantes de los brotes de psoriasis, por lo que el manejo emocional a través de técnicas de relajación, meditación o actividad física puede ser beneficioso para mantener la piel en mejores condiciones. Además, se ha demostrado que el tabaco y el alcohol pueden agravar la enfermedad y reducir la efectividad de los tratamientos, por lo que evitar su consumo es clave en el control de la psoriasis.

Por otro lado, la exposición moderada al sol puede ser favorable para algunas personas, ya que la luz solar puede contribuir a la mejoría de las lesiones. Sin embargo, es fundamental hacerlo con precaución y siempre con la protección solar adecuada, ya que una exposición excesiva o sin medidas de seguridad puede generar efectos adversos en la piel. Implementar estas estrategias de cuidado y prevención puede mejorar significativamente la calidad de vida de quienes padecen psoriasis.

Si sospechas que puedes tener psoriasis o experimentas síntomas compatibles con esta afección, es fundamental acudir a un dermatólogo para obtener un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado.

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