Conoces todo acerca de la psoriasis. Ahora necesitas saber cuál es el tratamiento que mejor te puede ir para reducir los efectos de esta enfermedad.
Vamos a ver entonces qué tratamientos son los más habituales.
¿Cómo se trata la psoriasis?
Inicialmente la psoriasis se trata con cremas, geles o lociones. Es decir, con tratamientos tópicos sobre la piel. Si esto no es suficiente utilizamos tratamientos por vía oral, intravenosa o subcutánea que denominamos sistémicos.
1. Tratamientos tópicos
Son antiinflamatorios, ya que la causa principal de la enfermedad es la inflamación.
Lo más utilizado son los corticoides de diferente potencia combinados o no con derivados de la vitamina D. Los distintos excipientes y potencia de los corticoides dependen del grosor de la piel, de la localización y del grosor de la placa de psoriasis.
- Pomadas: son más grasas y generalmente se utilizan en zonas de piel gruesa como las palmas de las manos, las plantas de los pies, las rodillas o los codos. Tardan más tiempo en absorberse pero tienen mayor eficacia. Son más difíciles de extender y pueden manchar la ropa.
- Las cremas tienen una mejor textura y se absorben más fácilmente.
- Las soluciones o lociones son muy cómodas para aplicar en el cuero cabelludo o zonas pilosas, principalmente en extremidades en los varones.
2. Fototerapia
La fototerapia es el tratamiento de distintas enfermedades de la piel mediante la radiación ultravioleta (UV). La fototerapia más utilizada en la actualidad para la psoriasis es la de tipo UVB de banda estrecha ya que es la más segura por su estrecho espectro. En muchas ocasiones el uso de fototerapia nos permite evitar o retirar otros fármacos sistémicos necesarios para el control de la psoriasis cutánea. Saber más sobre fototerapia.
3. Fármacos sistémicos
Si la enfermedad no mejora con los tratamientos tópicos, el dermatólogo puede prescribir fármacos sistémicos.
Los fármacos sistémicos clásicos tienen efecto inmunosupresor y frenan la respuesta autoinmune, mejorando de forma rápida la enfermedad. Debido a sus efectos secundarios, con frecuencia se utilizan de forma alterna o rotatoria, es decir, cambiándolos entre sí cada seis meses o cada año. Por supuesto, no se recomienda su uso en mujeres embarazadas.
Cuando los tratamientos sistémicos clásicos no son eficaces o producen efectos secundarios se pasa a la segunda línea de tratamiento sistémico: los fármacos biológicos. Se trata de proteínas similares a las humanas producidas mediante técnicas de biología molecular. Actúan bloqueando la inflamación que origina la enfermedad. Principalmente existen dos grandes grupos: los inhibidores del factor de necrosis tumoral alfa (anti-TNFa) y los que actúan contra las interleukinas 12 y 23 (moléculas mediadoras de la inflamación producidas por los linfocitos).
Debido a que estos fármacos alteran la respuesta inmunológica del cuerpo es necesario descartar infecciones existentes en el paciente antes de comenzar a utilizarlos, así como comprobar de forma periódica que las funciones hepática y renales siguen conservadas durante su uso. Gracias a que los tratamientos biológicos actúan sobre todo el organismo mejoran todas las comorbilidades asociadas a las manifestaciones cutáneas de la psoriasis.
No existe el tratamiento perfecto. Existen pacientes únicos con necesidades diferentes. El dermatólogo planteará las mejores soluciones de forma individualizada para cada persona y sus problemas de psoriasis en cada momento evolutivo de la enfermedad.
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